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Nutriendo tu bienestar: inicia el 2024 con salud y actividad física

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Artículo del Boletín N° 44 de Salud & Nutrición. 


Los alimentos que elegimos consumir no solo afectan nuestra salud física, sino que también tienen un impacto directo en la función cerebral. Nutrientes esenciales como vitaminas, minerales y ácidos grasos desempeñan un papel crucial en el funcionamiento adecuado del cerebro. Por ejemplo, ciertos nutrientes están vinculados a la producción y regulación de neurotransmisores, como la serotonina y la dopamina, que influyen en nuestro estado de ánimo y bienestar emocional.

La serotonina es un neurotransmisor que desempeña un papel importante en diversos procesos del cuerpo, regula el estado de ánimo, el control del sueño, el apetito y está involucrado en la función cognitiva. La serotonina se produce naturalmente en el cuerpo a partir del triptófano, aminoácido esencial, que se encuentra en alimentos fuente de proteína como carnes, huevos, lácteos y legumbres. Una vez esta es producida se almacena dentro de las neuronas y es liberada en respuesta a impulsos nerviosos cuando es requerida.

Es importante destacar que la disponibilidad de triptófano, así como la presencia de las enzimas necesarias, son factores clave en la síntesis de serotonina. Además, el microbiota intestinal también desempeña un papel crucial en la producción de serotonina, ya que el triptófano ingerido en la dieta puede ser modificado por bacterias intestinales antes de llegar al sistema nervioso central.

Por su parte, el ejercicio físico es responsable también de estimular la liberación de otras sustancias químicas que generan sensación de bienestar, realizarlo con regularidad puede reducir los niveles de estrés y ansiedad, contribuye a mejorar la calidad del sueño, la función cognitiva, la memoria, la concentración y, por supuesto, prevenir el desarrollo de enfermedades metabólicas.

Pese a que se conocen los beneficios de la actividad física, sigue siendo un reto lograr que la población en general cumpla con las pautas actuales de mínimo 30 minutos por día a intensidad moderada 5 veces a la semana. Comúnmente con la justificación de la falta de tiempo, razón por la que el entrenamiento interválico de bajo volumen y alta intensidad (HIIT) se ha considerado como una de las actividades más eficientes en términos de tiempo, pues consiste en esprints de máximo 30 segundos separados por intervalos de recuperación. La capacidad cardiorrespiratoria de un individuo refleja la habilidad de transporte de oxígeno del cuerpo acompasando la función pulmonar y cardíaca. Factores como la duración, la frecuencia y la intensidad de las sesiones de ejercicio condicionan la capacidad cardiopulmonar, y con esta el desempeño para la ejecución de las actividades diarias.

Se ha observado que el entrenamiento de alta intensidad ha demostrado las mismas adaptaciones musculares, metabólicas y de aptitud cardiovascular que las de intensidad moderada. Al analizar la composición corporal, se ha encontrado que el entrenamiento de alta intensidad puede proporcionar un estímulo óptimo para promover la pérdida de grasa y al mismo tiempo preservar la masa muscular. Se sigue estudiando su efectividad sobre las alteraciones metabólicas más frecuentes como el control de la glucemia, sin embargo, lo que sí es evidente es que este modo de entrenamiento físico ahorra tiempo y puede ser ideal para adultos jóvenes que luchan con la gestión del tiempo u otros obstáculos para cumplir con las recomendaciones actuales de ejercicio.

Se está estudiando también el efecto del ejercicio continuo de intensidad moderada sobre el metabolismo y las hormonas contrarreguladoras del estrés asociado a diferentes condiciones, estrés en respuesta al ejercicio, competencias de alto gasto, derivado de estímulos fisiológicos y relacionado al agotamiento físico o mental prolongados. Para generar un incremento significativo de cortisol en el cuerpo es necesario aumentar la intensidad del ejercicio en un 60 % respecto a la tasa máxima de consumo de oxígeno (VO₂máx). Por lo que se ha considerado que la respuesta del cuerpo a los estímulos estresores que incrementan el cortisol, está relacionada con el entrenamiento físico, pues individuos no entrenados poseen niveles más bajos de VO₂máx y por ende respuestas significativamente más altas al cortisol que aquellos que se entrenan frecuentemente.

El ejercicio regular no solo fortalece el cuerpo, sino que también desempeña un papel crucial en la gestión del estrés al reducir los niveles de cortisol. La actividad física estimula la liberación de endorfinas, conocidas como “hormonas de la felicidad”, que actúan como analgésicos naturales y generan una sensación de bienestar. Simultáneamente, el ejercicio ayuda a regular la producción de cortisol, contrarrestando sus efectos negativos asociados con el estrés crónico. Esta interacción hormonal no solo mejora el estado de ánimo, sino que también contribuye a una respuesta más equilibrada frente a situaciones estresantes, promoviendo así la salud mental y emocional. Integrar la actividad física de manera regular en nuestra rutina diaria se presenta como una estrategia efectiva y natural para reducir el estrés y cultivar un bienestar integral.
 

Boletín Salud y Nutrición 44Artículo del Boletín N° 44 de Salud & Nutrición

 

 

 

 

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