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Un nuevo inicio con un final feliz, por Sara González Calderón

Yo me llamo Sara González Calderón, nací el 29 de febrero de 1964, tengo 6 hermanos, siendo la segunda de todos ellos. Nací en San Martin, Cesar, pero con mis padres nos mudamos para el municipio de San Pablo a trabajar en el campo, exactamente en la vereda Agua Sucia.

Tiempo después de estar viviendo en esta vereda, me dirijo al municipio de San Pablo en búsqueda de una mejor calidad de vida, me tocó trabajar en casas de familia para ganarme el sustento y poder estudiar, pero fue muy difícil hacer ambas actividades, por lo que solo estudié hasta cuarto de primaria.

Decidí dejar de estudiar principalmente porque quería que mis hermanos pudieran acceder a la educación,  ya que mis padres no podían ayudarle a ellos por condiciones económicas, mis hermanos no pudieron terminar los estudio, pero sí lograron acabar la primaria. Ya con esto, contribuí a que todos mis hermanos pudieran defenderse en cuestiones de lectura y escritura, logrando salir del analfabetismo.

Trabajando en casa de familia conocí al señor Eduardo, el cual estaba casado, pero sentí una gran emoción al distinguirlo, era algo que nunca me había sucedido. Comenzamos a tener una relación en secreto, pero al cabo de los años él dejó a su pareja y se fue a vivir conmigo, a trabajar en el campo en la vereda Las Mellizas. A los 12 años de estar viviendo juntos tuvimos a nuestra hija Paola.

Al poco tiempo del nacimiento de mi hija nos tocó devolvernos para San Pablo, ya que Eduardo por el trabajo tan difícil que realizaba se enfermó de la columna y ya no podía seguir haciendo estas labores. Comenzamos vendiendo carne asada en una esquina y poco a poco nos fuimos ampliando, logrando mediante este negocio montar un restaurante y tener casa propia.  

Eduardo era un hombre muy trabajador, al verse que no podía hacer labores que demandaran esfuerzo físico, comenzó a ayudar en la gestión de un proyecto para la siembra de palma; pero grupos al margen de la ley le quitaron la vida cuando nos dirigimos a la casa, quedando él muerto instantáneamente y yo aturdida por la onda expansiva, porque el disparo lo hicieron a corta distancia. La gente me comentó que pensaron que me habían matado a mí también, ya que no reaccionaba y estaba cubierta de sangre.   

Transcurrido el siniestro, todas las gestiones realizadas por Eduardo dieron sus frutos, puesto que por medio del Gobierno se hizo efectivo el proyecto, el cual constituyó de 10 hectáreas de palma y el cual mediante el restaurante, pude llevar a feliz término mi plantación.

Hoy en día soy palmicultura y me siento muy feliz por ser parte de este gremio, además pertenezco a una asociación de pequeños productores de palma de aceite. Con los ingresos que he tenido pude darle estudios universitarios a mi hija y también ayudé significativamente a mi familia.  

 

Una versión de eBook está disponible y publicada en varios idiomas, clic aquí para leerlo.

 

Nuestros palmeros participantes

Estos son los relatos completos de los palmicultores que representaron a Colombia en el concurso internacional del CPOPC:

 

  • Estas historias fueron presentadas por Fedepalma para el concurso de historias de pequeños Palmicultores del CPOPC. 
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